Cuando era niña y durante mi adolescencia era una tarea obligatoria visitar a mis abuelitas, y es algo que hoy extraño de una forma que no se sospecha.
Las dos eran completamente diferentes, la materna, una lecho de amor, ternura y nobleza que añoro en el alma muchas veces ser, si ser como ella, y la paterna, fuerte, inteligente, con un humor negro, esporádica, que también me gustaría ser.
Las risas, las charlas, los juegos con mis primas, de cada lado unas especiales, que hoy por hoy solo guardo relación con las primas maternas, a veces no siempre, me gustaría tener contacto con las primas paternas, pero realmente han sucedido tantas cosas que es mejor estar así, lejanas y añoradas.
Pero bueno... El olor, las dos casas de mis abuelas tenían olores particulares, una, la materna, a un café que olía a cielo, que hasta el día de hoy, no he vuelto a oler, porque si, porque lo hacía ella, y la otra a nuez moscada, a un rico olor a nuez moscada.
Las añoro a los dos, y como se que la energía no se destruye sino que se transforma, se que las dos habitan en mi y en mi hermano, así como cada una habita en mis padres, y en mis tíos, y en mis primos. Y que la solemnidad del haber existido en este plano, hace que de vez en cuando recuerden visitarme a través de sus fragancias, de su amor y de la magnitud de su energía e historia.
Abracen a sus abuelas si todavía las tienen ❤️🩹
No hay comentarios.:
Publicar un comentario